El embrujo del cero

Pertenecer
al estambre destrozado por el zonda,
a las cicadas con su criterio extraordinario ,
al énfasis gris de vivir en Pompeya,
a las alamedas de las opiniones,
a la alabanza al ecuador de las cinturas.

Pertenecer solo al embrujo del cero

Constituir
la silueta en la roca, a la roca misma, el fuego quizás cierto,
un julio ferruginoso con la luna acuchillada en la Boca,
una mañana siguiente en las leguas sabrosas de tu piel,
comiendo lotodolobello desde si y por si y para siempre,
constituir el ópalo, el cofre cerrado, el destino(en rojo, gris y amarillo).

Pertenecer
a la toponimia de los arenales del Comagué,
al gesto definido de la rocha,
al universo en contracción de una patria,
a la “nada” flameando en las casas de los conocidos,
a la masa del casi 30 % de indigentes del país.

Pertenecer solo al embrujo del cero

Constituir
los magníficos errores que veneramos en el barrio del mundo,
los ojos y su fruto,
la naturaleza parlante de los andes,
el ocaso irremediable de lo finito
la ingeniería molecular de todo lo vivo.

Constituir el mundo,
Pertenecer solo al olvido.


He aquí la urdiembre necrologica que nos antecede,
abrigándonos cruelmente,
sondeando nuestras aptitudes de especie.

Y pertenecer solo al embrujo del cero.

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